Phoenix Arts

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    Mensaje  Hisana Miér Mayo 20, 2009 5:28 pm

    Se me ha hecho corto! >.<
    Parece que seguimos en la calma que precede a la tormenta... xD
    Y al fin, aunque hayan sido sólo tres líneas, aparece el Amo...

    Ánimo y sigue pronto!!! >¬<
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    Mensaje  Dreaming_Zell Miér Jun 03, 2009 7:53 pm

    Perdón por el retraso y gracias por seguir el capitulo Razz

    Capítulo 10. Cambio de bando.


    Año 20XX de nuestra época. Chichén Itzá.

    La zona arqueológica de Chichén Itzá se alza en Yucatán, México. Es el vestigio de una de las civilizaciones más importantes e inteligentes de nuestro planeta, la maya. Fue fundada cerca del año 525 después de Cristo y está compuesta por la gran Pirámide de Kukulcán, el juego de pelota, el cenote sagrado y el templo de los guerreros y de las 1000 columnas.

    Cerca de la Gran Pirámide se encontraban varias excavaciones, donde tres personas husmeaban para encontrar el libro. Llevaban horas y horas buscando y por ahora aún no habían encontrado nada. El Sol volvía a esconderse en aquellos parajes y con la tenue luz de Luna, no podrían continuar con su búsqueda hasta el día siguiente.

    - Tenemos que encontrarlo o deberemos permanecer aquí otro día más buscando. Este lugar me pone furiosa.- dijo La Voz enfadada.

    - No es fácil buscarlo en un lugar tan grande. Además si fuéramos tres los que buscáramos y no solo dos.- se atrevió a decir Kavita.

    - ¿Me estás diciendo que…?- pero de pronto Moon interrumpió a La Voz.

    - ¡Lo he encontrado! ¡Al fin lo he encontrado!- dijo Moon mientras agitaba un libro polvoriento en las manos.

    La Voz arrebató el libro de las manos de Moon y pasó las páginas una a una pero a una velocidad vertiginosa.

    - Este libro… no podemos entregárselo al Amo, hay que destruirlo.- dijo La Voz con un tono seco.

    - ¿Cómo que hay que destruirlo? Después de todo lo que nos ha costado.- inquirió Moon.

    - No podemos permitir que este libro llegue a las manos del Amo.- volvió a repetir La Voz.

    - ¿Cómo lo sabes? Ni siquiera sabes lo que pone.- se quejó Kavita. Al instante, la mano de La Voz rodeaba su cuello.

    - Deja de quejarte, no sabes nada. Eres una sucia sin poderes y no puedes hacer nada contra mí. ¿Entiendes? Ya he leído el libro, gracias a mi poder.- le dijo La Voz.

    - Calma, ¿qué es lo que pone si se puede saber?- preguntó Moon.

    - En este libro está la clave para convertir a los sucios humanos como Kavita en alguien como nosotros. Con este libro el Amo podría otorgar poderes a la gente. Eso no lo puedo permitir.- explicó La Voz. Tragó saliva y continuó hablando.- Nuestros poderes fueron dados como un don divino, solo nosotros somos los mensajeros de Dios, un sucio humano no puede ser mensajero de Dios. El Amo nunca puede tener este libro, o dejaremos de ser mensajeros.

    - Estoy contigo. No quiero que alguien tenga poderes sin haberlos merecido.- le replicó Moon.

    - Ya me tienes harta.- le espetó Kavita.

    Kavita desenfundó su pistola y disparó contra La Voz. Las balas chocaron contra su cuerpo, pero en vez de penetrarlo cada vez que una bala le tocaba se convertía en polvo. Cuando no le quedaron mas balas en el cargador, Kavita se abalanzó contra La Voz y le golpeó fuertemente en la cara. El brazo se estrelló contra su objetivo, pero en vez de encontrarse blanda piel, se dobló como si de goma se tratara y se partió como si hubiera golpeado un bloque de acero, provocando a Kavita un gran dolor.

    - Te dije que no tenías ninguna oportunidad contra mí.- le dijo mientras le cogía de la cabeza y la alzaba.- Vamos a ir a por el Amo y lo vamos a destruir, por desgracia no estarás para verlo, podrías haberte quedado en el bando ganador, pero tu has decidido morir.

    Un enorme pincho salió del centro de la palma de La Voz y atravesó limpiamente el cerebro de Kavita. La mujer daba un último suspiro mientras un hilillo de saliva le caía por la comisura de los labios.

    - Dime Moon. ¿Tu estás conmigo?- le preguntó La Voz.

    - Así es. No voy a permitir que nadie encuentre una solución para conseguir convertir humanos en lo que nosotros somos. Solo nosotros merecemos esta grandeza.- le contestó el hombre.- Aún así, solo somos dos, por muy poderosa que seas.

    - Es cierto. Pero tú sabes donde hay más de nosotros ¿verdad? Tú también has estado allí. El edificio blanco de Siauliai. Allí hay mucha gente con poder que daría lo que fuera por enfrentarse al Amo. Nosotros los rescataremos y conseguiremos todo lo que queramos.- dijo La Voz con una mueca desagradable.

    Moon solo sonrió ante el plan de su compañera. En ese momento, La Voz alzó el libro y este se convirtió en ceniza rápidamente. Ahora solo quedaba una cosa, ir a por el Amo.

    Año 20XX de nuestra época. Washington D.C.

    Sigitas y Suzanne llevaban tres horas sentados en el coche, delante del edificio donde se encontraba Begegnung. Era un edificio viejo y roñoso, amarillento debido a toda la contaminación de la ciudad. Ambos salieron del coche y entraron sin ninguna dificultad. El interior del edificio no daba muy buenas vibraciones. Era un lugar lúgubre y mal iluminado. El ascensor estaba averiado y las paredes llenas de humedades.

    Según la información que Penrod les había otorgado, Begegnung se encontraba en el tercer piso, en el apartamento 12. Ambos subieron por las mohosas escaleras. Eran estrechas y tenían que ir en fila india.

    - No comprendo como alguien puede vivir aquí.- dijo Suzanne.

    - Bueno, mejor aquí que en la calle.- le contestó Sigitas sonriendo.

    Alcanzaron el tercer piso y tocaron a la puerta del apartamento 12. Nadie contestó. Sigitas volvió a aporrear la puerta con más fuerza, pero tampoco contestó nadie.

    - Espera Sigitas. Bajaré la temperatura de la puerta y después de un empujón la derribaremos.- le dijo Suzanne poniendo una mano sobre esta.

    La puerta pronto perdió el tono caoba y su textura de madera y se volvió más rígida y pálida. Cuando ambos lo vieron oportuno, se apartaron y arremetieron con gran fuerza derribándola.

    - ¿Qué es todo ese ruido? No hacia falta que rompierais la puerta, ya estaba abierta.- contesto una voz de anciana al fondo del pasillo.

    Sigitas y Suzanne se dirigieron hasta el final del pasillo. Aquella habitación parecía un lugar completamente diferente al resto del edificio. Era una habitación pintada de colores rojizos y decorada con extraños cuadros. Había tres sillones de color negro y en uno de ellos se encontraba sentada una anciana de pelo canoso y vestida de negro.

    - Sigitas y Suzanne, supongo.- dijo la anciana.

    - ¿Cómo sabes eso?- pregunto el joven algo desconcertado.

    - Soy Begegnung, yo lo se todo, querido.- dijo la extraña anciana que cada vez le parecía más joven a Sigitas.- ¿No habéis tenido problemas con los guardias de fuera?

    - No había nadie.- respondió Suzanne.

    - Comprendo. Lo habrá, vendrán dos personas. Vlad, un hombre con un poder increíble, puede controlar su sangre a su antojo, además de extraer la sangre de los demás, algo parecido a un vampiro. Y Betelgeuse una mujer prácticamente invencible. No se le puede matar, al menos eso dicen. Se cura de cualquier herida o cualquier golpe recibido- dijo Begegnung sonriendo. Esta vez Sigitas no creyó estar imaginándose cosas, conforme hablaba la mujer había envejecido hasta ser una chica de unos treinta años. Su pelo canoso se había convertido en una preciosa melena negra y las arrugas de su cara habían desaparecido.

    - ¿Por qué….?- iba a preguntar Sigitas cuando de pronto la mujer le interrumpió.

    - Soy la única persona con varios poderes hasta la fecha. Nací así. Puedo saber con antelación las cosas que van a ocurrir, además si pienso en alguna persona puedo encontrarla en cualquier parte del globo. Por otra parte, puedo controlar la vejez y la juventud de mis células, por lo que puedo envejecer y rejuvenecer a mi antojo. E ahí la respuesta a la pregunta que ibas a formular.- respondió a la vez que volvía a envejecer.- Buscáis a La Voz, ¿verdad? Es una tarea muy peligrosa la que vais a emprender, pero es muy honorable hacerlo por un amigo. La Voz se dirige hacia Siauliai, va a reclutar un ejército de gente con poderes y si lo que he visto es verdad, nadie podrá detenerla.

    De pronto dos personas entraron en la habitación, un hombre alto y corpulento, de pelo corto y rubio y de sonrisa malévola, llevaba una chaqueta negra sobre el torso desnudo, al igual que unos pantalones y unas botas negras. Mientras tanto, la mujer era de mediana estatura pero esbelta, tenía el pelo lacio y pelirrojo, ardiente como las llamas del Sol, un tatuaje descendía desde su cuello y se perdía entre sus ropas. Ella iba exactamente igual, pero debajo de la chaqueta llevaba un pequeño corsé de cuero negro.
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    Mensaje  Lunati[qiu] Mar Jun 09, 2009 4:27 pm

    La historia se pone cada vez más interesante ^^
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    Mensaje  Dreaming_Zell Mar Jun 09, 2009 8:01 pm

    Gracias por haber comentado, aqui os dejo un nuevo capítulo de la historia.

    Capítulo 11. Un oso en la oscuridad.


    Año 20XX de nuestra época. Washington D.C.

    Sigitas y Suzanne estaban atónitos frente a las dos personas que les cerraban el paso. No había otra escapatoria que luchar. Ellos sabían que no tenían poder suficiente como para enfrentarse a aquellos dos colosos que se erguían ante la puerta.

    - Vlad, Betelgeuse, estos son Sigitas y Suzanne. Han venido a obtener información sobre La Voz.- dijo Begegnung con una sonrisa.

    Betelgeuse hizo una mueca de asco con los labios, mientras que su compañero giró la cabeza y escupió en el suelo con gesto de desprecio.

    - Vamos Vlad, te lo he dicho cientos de veces, no ensucies el suelo. Sabes que luego soy yo la que tiene que limpiarlo.- se quejó Begegnung.

    - Dos pequeñas comadrejas atrapadas, esto será divertido, ¿qué va a ocurrir ahora?- dijo la mujer con una sonrisa malvada.

    Suzanne y Sigitas estaban temblando, pronto la transpiración se hizo presente y ambos comenzaron a sudar de pavor. Suzanne no sabía que hacer, pero de pronto oyó una voz en su interior.

    - ¿Me oyes? Soy Sigitas.- dijo la voz de su interior a la vez que Suzanne le miraba a los ojos para contestar afirmativamente a su pregunta.- he pensado que ya que puedo introducirme dentro de la mente de la gente, quizá puedo comunicarme. Tengo un plan, pero necesito que te sacrifiques.

    Suzanne continuó escuchando lo que Sigitas le estaba diciendo mientras las dos personas de la puerta comenzaron a impacientarse. De pronto observaron el rostro de Vlad, unos enormes colmillos surgieron entre sus labios y los relamió con la lengua mientras sonreía.

    Suzanne se lanzó contra los dos y con los brazos extendidos y saltando consiguió derribarles cayendo con ellos al suelo. En ese momento Sigitas se lanzó hacia la puerta, tenía el camino libre, saltó por encima de los tres cuerpos, pero notó como una mano le agarraba del pantalón. Aún así dio una fuerte patada y no miró hacia atrás descendiendo así por las escaleras. El hombre se levantó rápidamente y salió corriendo detrás de Sigitas, mientras, Betelgeuse, cogió a Suzanne por el cuello, estampándola contra una de las paredes del pasillo. Debido al temblor que produjo tal golpe, la puerta se cerró con fuerte estruendo dejando a Begegnung sentada en su cómodo sillón y de nuevo envejecida. Suzanne comenzaba a ahogarse, la fuerza de esa mujer era tremenda, se notaba que había sido fuertemente entrenada. La temperatura del pasillo comenzó a aumentar alarmantemente, Betelgeuse tuvo que soltar su mano, se abrasaba y no podía continuar agarrando a Suzanne. Esta pronto se dio cuenta de que la mujer estaba comenzando a supurar sangre, las orejas, los oídos y la nariz goteaban este líquido rojo de la vida y cayó en el suelo. Entonces se dio cuenta, Sigitas había corrido y Vlad había ido tras él. Suzanne se abalanzo por las escaleras, pero Betelgeuse estiró una pierna y la hizo trastabillar cayendo y haciendo que se golpeara con cada uno de los escalones, un cuerpo le paró al llegar a la altura del segundo piso.

    Vlad había sido muy imprudente, había corrido detrás de Sigitas a los pocos segundos que este dejara la habitación. Sigitas le esperaba escondido en un recodo del segundo piso con una gran vara de metal. Puede que el hombre tuviera un gran poder, pero en cuanto puso su pie en el pasillo del segundo piso, Sigitas apareció y le golpeó fuertemente en la cabeza, derribándolo y dejándolo inconsciente.

    - Puede que yo sea una comadreja. Pero soy mucho más listo que tú.- se burló Sigitas con una sonrisa.- Ahora solo queda una.

    Sigitas había visto caer a Suzanne por las escaleras. Soltó la vara de metal y puso una mano sobre su corazón para comprobar que todavía latía. Después de descubrir que su compañera seguía viva y tras un gran esfuerzo, la levantó y se la puso sobre el hombro derecho. Pesadamente bajó las escaleras y consiguió salir del edificio. El coche estaba justo en el lugar donde lo habían dejado. Sigitas no se andó con rodeos e introdujo su mano dentro del bolsillo de Suzanne, sacó las llaves y abrió el coche.

    - Bien, he estudiado cientos de veces como funciona esto, ahora toca escapar.- se dijo a si mismo.

    Así que Sigitas introdujo la llave en el coche e intentó arrancar, el coche arrancó con total facilidad, pero cuando Sigitas fue a acelerar se caló. De pronto vio como la mujer llamada Betelgeuse salía del edificio. Tenía sus ropas chamuscadas, pero su cuerpo estaba en perfectas condiciones. Sigitas volvió a intentarlo más nervioso que antes, esta vez el coche arrancó y consiguió acelerar sin que se calara. Salió disparado del lugar donde estaba aparcado, la mujer se puso delante de el, pero Sigitas no tenía tiempo de ir con cuidado, así que la atropelló haciéndola volar unos cuantos metros por el aire al mismo tiempo que reía de manera frenética. La mujer se levantó y se sacudió el polvo de las ropas al mismo tiempo que miraba como su objetivo se escapaba por la carretera.

    - Amo, el objetivo ha escapado.- dijo por su intercomunicador.

    Año 20XX de nuestra época. Chicago.


    John tenía oscuros sueños sobre muerte y destrucción. Habían sido unas horas agotadoras, pero aún así no conseguía conciliar bien el sueño. Se encontraba durmiendo sobre las sabanas en calzoncillos y con la ventana abierta debido al calor asfixiante que hacía aquella noche. Una suave brisa le acariciaba, pero no era suficiente como para evitar que sudara. Se despertó y en ese momento no supo donde estaba, poco a poco sus ojos se acostumbraron a la escasa luz de la habitación y recordó donde se hallaba. En aquella habitación, en aquella cama donde tantas veces había disfrutado con su amada Evelyn. Ahora estaba solo, con un tipo que había conocido apenas unos días y se encontraba tumbado el sofá y que había pasado rápido de ser su enemigo más peligroso a ser uno de sus aliados.

    Cayó de nuevo en la cama y se volvió a acostar, esta vez con los ojos abiertos, con miles de pensamientos rondándole por la cabeza. Estaba intranquilo. Abrió la luz y se levantó. Se acercó al armario y lo abrió de par en par. Allí estaba la ropa de Evelyn, la ropa que jamás se volvería a poner y que jamás volvería a salir de aquel armario. Cogió una caja de madera que había en el lado derecho del armario y la abrió. Aquella era la caja de los recuerdos. Él y Evelyn guardaban allí montones de fotos y cartas. John comenzó a ojearlas, pero pronto no pudo continuar, las lágrimas rodaban por su rostro y un gran sentimiento de tristeza mezclado con venganza se apoderó de él. Decidió no continuar mirando aquellos recuerdos del pasado o creía que iba a volverse loco de pena. Cerró la caja y la volvió a dejar en el lugar que ocupaba. Apagó la luz, se tumbó la cama y cerró los ojos.

    No estaba dormido cuando pronto escuchó como la puerta principal de la casa se abría y cerraba. Oyó unos pasos que se acercaban por el pasillo hasta su habitación. La puerta se abrió de repente y John abrió los ojos. Un oso gigantesco de color parduzco había entrado por la puerta y descargó su enorme garra sobre la cama. Si John hubiera estado dormido habría muerto al instante, pero por suerte pudo esquivar el golpe. Se lanzó al lado de la cama y alzó su brazo. El oso se levantó en el aire y salió lanzado chocándose con la puerta y destrozando parte del marco.

    Un hilillo de sangre salía por la nariz de John debido al esfuerzo realizado. Nunca había levantado algo tan grande y pesado. Había conseguido mejorar su poder y había conseguido levantar a Penrod en el aire, pero eso no era nada comparado con un oso de tal tamaño.

    - ¿Dónde está Penrod?- se preguntó en aquel momento.

    Bordeó la cama y salió por la puerta, no había rastro alguno del oso. Ante el había un hombre de dos metros de altura. De pelo enmarañado y castaño con una larga y espesa barba. Llevaba ropas vaqueras. A su lado estaba Penrod sonriendo. El corazón de John latía a gran velocidad.

    - Veo que has conseguido desarrollar tu poder. No te preocupes, esto era parte de tu entrenamiento, cierto que había parte de peligro, pero confío en ti.- le dijo Penrod con una cálida sonrisa.- Este es Beorn. Un viejo amigo. Será el quinto miembro de nuestro grupo y nos ayudará. Le conocí hace mucho tiempo, cuando yo trabajaba para la compañía. Le perseguíamos para capturarlo, pero debido a unos desgraciados incidentes, el tuvo que salvarle la vida a Suzanne. Estaba en deuda con él, así que le dejé escapar. Me puse en contacto con él y en cuanto supo nuestro cometido dijo que quería unirse a nosotros. Como habrás visto es un poderoso aliado. Ya sabes cual es su poder. Puede transformarse en el animal que desee, pero su preferido es el oso. No es muy hablador, pero es en alguien en el que podemos confiar.

    Beorn extendió su mano y entre sus barbas se podía adivinar una extraña sonrisa. John le saludó y pudo comprobar, que incluso sin convertirse en oso, aquel hombre tenía una fuerza extraordinaria.
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    Mensaje  Lunati[qiu] Sáb Jun 13, 2009 1:04 am

    Otro excelente capítulo, sin duda ^^
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    Mensaje  Hisana Sáb Jun 13, 2009 2:01 pm

    Excelentes capítulos! ^^
    Y ya tenemos otro miembro más para el grupo! xD

    Ánimo y sigue pronto!!! >¬<
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    Mensaje  Dreaming_Zell Sáb Jun 20, 2009 3:59 pm

    Aquí el capítulo 12, a ver que tal os parece ^^

    Capítulo 12. Información.


    Año 20XX de nuestra época. Chicago.

    La luna seguía en el cielo, aunque comenzaba a amanecer y los pájaros comenzaban a extender sus cantos por el cielo. Una ráfaga tenue de luz entró por la ventana y golpeó directamente la cara de John, con un gesto se puso boca abajo, pero ya se había despertado. De un salto se levantó de la cama y después de bostezar y desperezarse salió de la habitación. En la mesita del comedor se encontraban Beorn y Penrod sentados, sin decir palabra y desayunando. John observó que había un plato de más con un par de huevos y bacon sobre la mesa. No solía desayunar tan grasiento, pero aquella comida tenía un aspecto realmente apetecible. Prefería estar solo, así que cogió una bandeja, puso un par de cubiertos y volvió a su cuarto con el desayuno. Comenzó pringando un poco de pan en el huevo y se lo llevo a la boca, aquello era de lo mejor que había probado en su vida. Se quedó un momento parado, mirando el plato que tenía delante. Entonces pensó que era un buen momento para practicar sus poderes. Un trozo de pan se alzó en el aire y se mojó con total precisión en la yema del huevo, de ahí fue directo a su boca, con tal mala pata que se manchó la comisura de los labios y también parte de la sabana. Siguió intentándolo hasta que se acabó todo el desayuno. Le había costado dominar la precisión de su poder y se había manchado como si fuera un niño de tres o cuatro años, pero había conseguido comérselo todo.

    Volvió a salir de la habitación. Beorn y Penrod estaban en la misma posición en la que los había visto momentos antes. Estaban callados, Beorn observaba por el ventanal grande de cristal que una vez hubo roto aquel engendro parecido a Evelyn, mientras tanto, Penrod pensaba, con cara de preocupación. John comprendió que el hombre pensaba en su hermana que había marchado con Sigitas y de los cuales aún no había noticias. Dejó la bandeja en su sitio y puso los platos en el fregadero. Sin mediar palabra se dirigió hacia el cuarto de baño. Se desnudó y observó su musculado torso en el espejo. Las clases de savate y los entrenamientos con Penrod, realmente habían dado su fruto. Se metió en la ducha y puso el agua lo más fría posible. Las gotas resbalaban por su cuerpo refrescando cualquier parte que tocaran. John se acercó el champú sin tocarlo y se lo puso por la cabeza, esparciéndolo bien con las manos.

    Acabado de duchar salió del cuarto de baño envuelto en una toalla, no miró a sus dos compañeros, que parecían más estatuas que personas. Entró en su habitación y se puso una camiseta de manga corta blanca y unos pantalones piratas vaqueros, luego rebuscó en el armario y se puso unas chanclas de color blanco en conjunto con la camiseta que llevaba. Se dirigió al comedor y se sentó en la mesa con los dos hombres.

    - ¿Qué ocurre, Penrod?- se atrevió a preguntar.

    - Nada, nada.- respondió este con una sonrisa. Era una sonrisa forzada y John notó enseguida que el hombre estaba realmente preocupado.

    - ¿Y bien, que haremos hoy?- dijo intentando desviar la conversación.

    - Hoy no habrá entrenamiento. Nos quedaremos aquí esperando a que vuelvan Suzanne y Sigitas.- contestó Penrod de manera seria.

    - No te preocupes, seguro que están bien.- dijo John en un intento de calmar al hombre.

    - ¿Quieres luchar?- una voz ronca sonó al otro lado de la mesa. John se giró y observó a Beorn quien había hecho la proposición.

    - Por supuesto, vayamos al césped a practicar un rato.- contestó John con una sonrisa.

    John y Beorn salieron al césped. Una suave brisa les golpeó en la cara. Aquel día no hacía tanto calor, el cielo estaba medio nublado y el Sol se escondía tímidamente entre las nubes. Antes de que empezaran a practicar llegó el sonido de un coche que se detenía delante de la casa. Beorn alzó la cabeza y olió el aire.

    - Son un hombre y una mujer, seguramente serán Sigitas y Suzanne.- dijo con voz ronca.

    John salió corriendo hacia la puerta y Penrod le acompañó. Abrieron la puerta y vieron el coche que acababa de llegar. Sigitas salió de este y abrió la puerta trasera sacando a Suzanne en brazos.

    - ¿Qué ha ocurrido?- preguntó en ese momento Penrod.

    - No te preocupes, recibió un golpe fuerte, pero está bien. Pronto despertará. Tuvimos más problemas de los esperados. Pero pudimos encargarnos de ellos.- dijo Sigitas con una sonrisa orgullosa.

    El hombre del poder de viento cogió a su hermana y la llevó al interior de la casa tumbándola en el sofá. Sigitas sonrió a John y este le puso una mano en el hombro. Ambos entraron dentro. En ese momento el joven se vio abordado por miles de preguntas, así que contó todo lo que había ocurrido. Una vez hubo terminado los tres hombres que le escuchaban se quedaron sin palabras y con la boca abierta. Penrod se levantó y besó en la frente a su hermana. Justo en ese momento y como si de un efecto sanador se tratara, Suzanne se levantó de repente, estaba confusa y no sabía que hacía de vuelta en la casa. Su último recuerdo era el enfrentamiento con Betelgeuse, así que supuso que Sigitas se las había ingeniado de alguna manera para lograr escapar. Su hermano se puso muy contento y la abrazó fuertemente.

    Después de un rato en silencio, Suzanne fue la que habló.

    - Sigitas, dijiste que creías saber quien es La Voz, ¿sigues sabiéndolo?- preguntó Suzanne, a lo que todos se quedaron atónitos.

    - Si, lo se. Ahora estoy seguro. Y creo que va siendo hora de que os lo revele. La Voz es la prisionera número 0. Es decir, fue aquella mujer de pelo plateado que encerraron. Su poder era ilimitado, como el de John, por ello se le dio el número 0. Curiosamente, su nombre es Evelyn.- dijo Sigitas quedándose en silencio, al mismo tiempo que todos se quedaban petrificados.

    - Eso si que es una sorpresa. ¿Cuál es su poder?- preguntó en ese momento John, interesado y melancólico a la vez.

    - Bueno, es difícil de explicar, pero intentaré decirlo de la manera más sencilla posible.- Sigitas tomó aire y continuó hablando.- La Voz tiene un poder inmenso y tremendo. Nunca fue derrotada en el coliseo del edificio blanco de Siauliai.

    En fin, os diré que su poder consta en creer. Es difícil de entender, pero su poder lo utiliza de la manera siguiente, si ella cree que tiene un poder, entonces podrá usarlo sin ningún problema. Es decir, puedo usar múltiples poderes. Únicamente tiene una debilidad, cada vez que conoce a alguien con un poder, dicha habilidad se vuelve inservible para ella y no la puede utilizar jamás. Con esto quiero decir, que como se encontró conmigo, con Penrod y con Suzanne, no sería capaz de usar nuestros poderes, ni siquiera en un futuro, cuando se encuentre contigo, podrá usar tu poder psíquico. Aún así no deja de ser una rival temible.

    Año 20XX. En un lugar desconocido.

    El día era soleado, pero solo una tenue luz iluminaba el lugar, las cortinas rojas estaban corridas. El hombre que jugaba al ajedrez seguía observando el tablero, las fichas se habían movido poco, mientras tanto, el otro hombre, el hombre conocido como el Amo, se encontraba leyendo un libro de cara hacia una gran estantería.

    - ¿Y bien Alfil? ¿Cómo van nuestras piezas?- preguntó el hombre lanzando una gran bocanada de humo.

    - La Voz nos ha traicionado. Se dirige hacia Siauliai, va a reclutar a gente con poderes. Ha descubierto nuestro plan, Amo.- dijo el hombre con seriedad.

    - Bueno, no hay por que preocuparse. Manda a Vlad y a Betelgeuse a Siauliai, también a Max y a Webster, no se lo pondremos fácil. ¿Qué hay de los otros?- preguntó mientras volvía a lanzar otra vez humo.

    - El grupo de John se mueve lentamente. Parece ser que también han decidido ir a Siauliai, en busca de La Voz.- explicó.

    - Esto se pone interesante mi querido Alfil. Bien, seguiremos viendo como se desarrollan las cosas.- ordenó el hombre.

    - Pero Amo, no podemos dejar a tantos peligros vivos. Podría ser una catástrofe.- protestó el hombre vestido a cuadros blancos y negros.

    - No te preocupes, nos divertiremos, La Voz se enfrentará a mi hijo y todo será muy divertido.- una fuerte y amplia risotada cubrió la sala e hizo temblar al hombre que se encontraba delante del tablero.

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