Pues yo voy a empezar con un fanfic nuevo que no sé muy bien qué rumbo va a tomar. Aunque la temática la tengo bastante clara ya veremos qué tal sale. Os voy a poner el prólogo y la ficha. Tened en cuenta que aún somos poquitos y según cuánto tardéis en apuntaros el primer capítulo tardará más o menos en salir. Animaos a participar, anda.
Bueno, ahí va el prólogo:
SHITA! Bakemono no jimusho! (¡ABAJO! ¡Oficina de fantasmas!)
El sonido de los frenos forzados en el último momento, el derrapar de las ruedas sobre el asfalto húmedo tras una tarde lluviosa y un golpe seco contra el suelo: todo quedó oscuro. Aún creía ver, como en un sueño, el parpadear del semáforo en verde a punto de cambiar al rojo sangre, pero esa luz ya no estaba allí, ya no la veía. Resonaban en su cabeza sin conocimiento voces desconocidas a su alrededor, se repetían cada vez más lejanas, como ecos en la más negra y profunda cueva, el murmullo aumentaba rápidamente y los gritos se sucedían: ¿está muerta? ¡Llamad a la ambulancia! ¡A la policía también! ¡Un accidente!.
Ninguno de esos gritos tenía sentido, ¿pedir ayuda? No serviría de nada, ya era tarde. Permanecía con los ojos cerrados y el cuerpo helado en la carretera, no sentía frío. No volvería a levantarse. Ajenas a la multitud destacaron algunas voces, más cercanas.
- ¿Te quedarás ahí tirada mucho más?
- No te pases, está aturdida.
- Es muy joven, pobre infeliz...
- Pues anda que tú... ¡Bah! ¡Qué más da! ¡Despierta!
- No hace falta que grites, preguntémosle directamente.
- ¡Sois unos pesados! En fin, ahí va: ¿arriba o abajo?
“ABAJO”
El cuerpo de la chica permanecía inerte en el suelo pero “ella” se levantó. Más nítidos que el círculo de gente que se formaba alrededor de su cadáver vio tres seres a su lado. El más pequeño, con una apariencia más bien infantil, sonrío con aire tranquilizador.
- Debes estar algo confusa – pero ella no respondió – Ellos son Endurance y Cubia. Yo me llamo Goku. Nos han enviado a buscarte.
- Jane, me llamo Jane – dijo tras un breve silencio - ¿Dónde se supone que tengo que ir?
- Presentarte no sirve de mucho – dijo Cubia con tono desagradable –, cuando firmes el contrato perderás ese nombre.
- Un momento, ¿contrato? ¿Qué contrato?
- No le hagas caso, siempre es así de irrespetuoso – comentó el mayor, Endurance, intentando calmar un poco el ambiente -. Verás, te llevaremos a la sede de la empresa para la que trabajamos. Firmas un contrato y ¡vida nueva!
- Ya verás – exclamó animado Goku –, es un buen lugar.
- ¡Bah! Os pasáis de amables, llegaremos tarde. ¡En marcha! – ordenó Cubia.
Este último cogió aire y, soplando con fuerza, expulsó una especie de humo amarillo que los envolvió y, segundos después, se desvaneció. A Jane, aquel humo, le recordó ligeramente una embriagadora nube de algodón, aunque pronto se olvidó de ello al ver que había sido transportada, junto a los otros tres, delante de un extraño edificio en pleno barrio comercial.
- Ya hemos llegado – anunció el pequeño –. Bienvenida a tu nueva vida, bienvenida al Shita!
Jane observó lo que tenía delante con perplejidad oculta tras una expresión indiferente. No, realmente aquello no era normal, ¡para nada!
La entrada del Shita! era realmente grande, se alzaba entre un salón de juegos y un bar, formando un curioso conjunto. Aquella construcción destacaba notoriamente entre las demás: era bastante mayor que el resto y también más alta; los colores vivos de sus paredes llamaban mucho la atención, y el rótulo parecía gritar a cualquiera que pasara por allí: “SHITA! Bakemono no jimusho!”. Eso era lo que había escrito allí con enormes letras negras acompañadas de un par de nubes azules y amarillas a ambos lados. El tejado rojo, al estilo sintoísta, acompañaba los muros anaranjados. El marco de la puerta, del mismo color que la cubierta, sostenía un banderín verticalmente, repitiendo de nuevo el nombre de la empresa. La combinación de colores provocó en la pequeña Jane una mueca rara.
Jane era una chica de diecinueve años, menuda y delgada. Tenía frecuentemente la expresión de la mismísima indiferencia y sus ojos castaños apenas revelaban sentimiento alguno. Su adorable cuerpecito de niña provocaba lo que ella hubiera llamado problemas: gente. Su ropa estaba intacta, a excepción de la camiseta, que había acabado con algunos cortes, aunque tampoco le parecían una molestia. Colocándose bien la enorme mochila negra con un brazo, se cogió la falda con la otra y la apretó intentando expulsar de este modo los nervios que recorrían su inerte cuerpo. En efecto, inerte, dijo para sí misma. Acababa de morir y no sabía muy bien qué pasaría a partir de aquel momento, no recordaba en absoluto cuál había sido la causa por la que perdió la vida instantes antes ni porqué estaba en aquel momento justo ahí: ante el Shita!.
Miró a su derecha: los tres chicos que la habían llevado hasta allí, sin permitirle preguntas, sin poder negarse, le parecían muy extraños. No se había fijado realmente hasta entonces, no por que no llamaran la atención sino porque había estado mucho más pendiente de lo que pasaría con ella de ahora en adelante. El que parecía mayor, Endurance, era alto y, como los otros dos, delgado; el pelo castaño le caía sobre la frente ocultando ligeramente un ojo azul y un parche. Sonreía tranquilamente admirando el edificio que tenía delante, quizás esperando que ocurriera algo extraordinario. Cubia parecía tener la misma edad que ella; el pelo naranja y los ojos carmesíes eran peculiares pero no igualaban los agresivos cuernos que se erguían sobre su cabeza. Tenia expresión de pocos amigos, lo que realzaba su atractivo rostro. El menor de ellos tendría unas doce primaveras y tenía el cabello de un color marrón claro, aunque una diadema dorada no permitía que el flequillo ocultara sus enormes ojos azules; parecía un niño activo y divertido, una sensación acentuada por la cola de mono que movía incesantemente.
Goku observaba a Jane con curiosidad, cuya expresión era de incredulidad, ya que ella no recordaba haber visto nunca allí aquel extravagante edificio.
- No es que tenga nada en contra pero... – abrió la boca por primera vez y, aunque no pudo oirse a sí misma, de alguna manera supo que ellos sí podían - ¿No destaca mucho?
- En absoluto, sólo nos encuentra quien realmente nos necesita. – dijo una nueva voz a su espalda.
Jane se sobresaltó y pegó un brinco buscando la propietaria de aquel hablar melódico y meloso que le acababa de provocar escalofríos. Ante ella había aparecido de la nada el rostro de una mujer que poco a poco se hacía más y más visible y que, sin el más mínimo disimulo, la analizó por completo, o más bien lo hicieron mutuamente. Aquella mujer tenía la piel azul y unos grandes ojos violeta tras unas discretas gafas rectangulares. Los labios carnosos, pintados con el mismo color que sus iris, se separaron para articular un saludo y de nuevo esa voz causó que el frío recorriera la médula espinal de Jane. Una larga melena plateada caía por su espalda y el flequillo, peinado hacia un lado, cubría parte de su frente. A ambos lados de su cabeza se dejaban ver tímidamente un par de orejas puntiagudas sin pendientes. Tenía un cuerpo llamativo, que muchos habrían definidio como “un bombonazo”. Sus senos grandes y bonitos estaban medio al descubierto gracias al extremado escote de la chaqueta granate, que marcaba perfectamente pecho y cintura con la ayuda de una bonita falda a conjunto. Las piernas eran esbeltas, o esó pensó Jane, pero para su sorpresa no tenía piernas, sino una especie de vapor o humo sobre el que parecía flotar. Un fantasma. No sabía de qué se sorprendía tras encontrarse con un chico con cuernos, otro que le parecía indescriptible y un niño mono. La mujer apretó la carpeta que llevaba contra el pecho y suspiró.
- Mi nombre es Crystal. Vendrás conmigo.
- No te preocupes – dijo el pequeño percatándose del nerviosismo de la joven – Es la secretaria del jefe, estarás bien.
Recibiendo una amplia sonrisa de la dama azulada, tragó saliva, asintió con la cabeza y entraron por el portón del Shita!. En cuanto estuvieron dentro Jane observó todo cuanto podia observar sin perder de vista a Crystal. Aquello parecía enorme. Al entrar, a la izquierda, había un mostrador con un extraño ser gelatinoso como recepcionista. Avanzando por el pasillo, donde las paredes seguían siendo de aquel naranja intenso tan molesto para la chica, se sucedían puertas de distintos colores de las cuales entraban y salían figuras extravagantes a velocidades espantosas y gritos pidiendo o exigiendo informes, trabajadores u otras cosas necesarias para aquel mismo instante, mientras sonaban teléfonos con un timbre estrambótico constantemente y sobre sus cabezas volaban de un lado para otro aviones de papel coloreados que creaban incluso atascos flotantes en el pasillo. La recién llegada chica consideró aquel lugar un verdadero caos, pero al subir las escaleras el caos fue sustituido por un pesado silencio.
Llegaron al último piso que, con una decoración mucho más lujosa, tenía un ambiente más relajado. Crystal le indicó a Jane con un gesto que esperara allí y se dirigió a la puerta que había al otro lado de la sala, golpeó con los nudillos cuidadosamente y entró sin esperar respuesta, dejándola sola. Poco después la asustó el grito de un ronco vozarrón que provenía del interior de lo que supuso que era el despacho del director.
- ¡¿Ya ha llegado la mercancía?! ¡Que entre, quiero conocerla inmediatamente!
______________________________________________
FICHA:
Nombre:
Edad:
Personalidad:
Historia: (no os paséis)
Aspecto: (según como vaya la cosa os lo modificaré ligeramente, es decir: si me faltan trabajadores tal vez acabéis con cola de serpiente -por decir algo-)
Bueno, ahí va el prólogo:
SHITA! Bakemono no jimusho! (¡ABAJO! ¡Oficina de fantasmas!)
El sonido de los frenos forzados en el último momento, el derrapar de las ruedas sobre el asfalto húmedo tras una tarde lluviosa y un golpe seco contra el suelo: todo quedó oscuro. Aún creía ver, como en un sueño, el parpadear del semáforo en verde a punto de cambiar al rojo sangre, pero esa luz ya no estaba allí, ya no la veía. Resonaban en su cabeza sin conocimiento voces desconocidas a su alrededor, se repetían cada vez más lejanas, como ecos en la más negra y profunda cueva, el murmullo aumentaba rápidamente y los gritos se sucedían: ¿está muerta? ¡Llamad a la ambulancia! ¡A la policía también! ¡Un accidente!.
Ninguno de esos gritos tenía sentido, ¿pedir ayuda? No serviría de nada, ya era tarde. Permanecía con los ojos cerrados y el cuerpo helado en la carretera, no sentía frío. No volvería a levantarse. Ajenas a la multitud destacaron algunas voces, más cercanas.
- ¿Te quedarás ahí tirada mucho más?
- No te pases, está aturdida.
- Es muy joven, pobre infeliz...
- Pues anda que tú... ¡Bah! ¡Qué más da! ¡Despierta!
- No hace falta que grites, preguntémosle directamente.
- ¡Sois unos pesados! En fin, ahí va: ¿arriba o abajo?
“ABAJO”
El cuerpo de la chica permanecía inerte en el suelo pero “ella” se levantó. Más nítidos que el círculo de gente que se formaba alrededor de su cadáver vio tres seres a su lado. El más pequeño, con una apariencia más bien infantil, sonrío con aire tranquilizador.
- Debes estar algo confusa – pero ella no respondió – Ellos son Endurance y Cubia. Yo me llamo Goku. Nos han enviado a buscarte.
- Jane, me llamo Jane – dijo tras un breve silencio - ¿Dónde se supone que tengo que ir?
- Presentarte no sirve de mucho – dijo Cubia con tono desagradable –, cuando firmes el contrato perderás ese nombre.
- Un momento, ¿contrato? ¿Qué contrato?
- No le hagas caso, siempre es así de irrespetuoso – comentó el mayor, Endurance, intentando calmar un poco el ambiente -. Verás, te llevaremos a la sede de la empresa para la que trabajamos. Firmas un contrato y ¡vida nueva!
- Ya verás – exclamó animado Goku –, es un buen lugar.
- ¡Bah! Os pasáis de amables, llegaremos tarde. ¡En marcha! – ordenó Cubia.
Este último cogió aire y, soplando con fuerza, expulsó una especie de humo amarillo que los envolvió y, segundos después, se desvaneció. A Jane, aquel humo, le recordó ligeramente una embriagadora nube de algodón, aunque pronto se olvidó de ello al ver que había sido transportada, junto a los otros tres, delante de un extraño edificio en pleno barrio comercial.
- Ya hemos llegado – anunció el pequeño –. Bienvenida a tu nueva vida, bienvenida al Shita!
Jane observó lo que tenía delante con perplejidad oculta tras una expresión indiferente. No, realmente aquello no era normal, ¡para nada!
La entrada del Shita! era realmente grande, se alzaba entre un salón de juegos y un bar, formando un curioso conjunto. Aquella construcción destacaba notoriamente entre las demás: era bastante mayor que el resto y también más alta; los colores vivos de sus paredes llamaban mucho la atención, y el rótulo parecía gritar a cualquiera que pasara por allí: “SHITA! Bakemono no jimusho!”. Eso era lo que había escrito allí con enormes letras negras acompañadas de un par de nubes azules y amarillas a ambos lados. El tejado rojo, al estilo sintoísta, acompañaba los muros anaranjados. El marco de la puerta, del mismo color que la cubierta, sostenía un banderín verticalmente, repitiendo de nuevo el nombre de la empresa. La combinación de colores provocó en la pequeña Jane una mueca rara.
Jane era una chica de diecinueve años, menuda y delgada. Tenía frecuentemente la expresión de la mismísima indiferencia y sus ojos castaños apenas revelaban sentimiento alguno. Su adorable cuerpecito de niña provocaba lo que ella hubiera llamado problemas: gente. Su ropa estaba intacta, a excepción de la camiseta, que había acabado con algunos cortes, aunque tampoco le parecían una molestia. Colocándose bien la enorme mochila negra con un brazo, se cogió la falda con la otra y la apretó intentando expulsar de este modo los nervios que recorrían su inerte cuerpo. En efecto, inerte, dijo para sí misma. Acababa de morir y no sabía muy bien qué pasaría a partir de aquel momento, no recordaba en absoluto cuál había sido la causa por la que perdió la vida instantes antes ni porqué estaba en aquel momento justo ahí: ante el Shita!.
Miró a su derecha: los tres chicos que la habían llevado hasta allí, sin permitirle preguntas, sin poder negarse, le parecían muy extraños. No se había fijado realmente hasta entonces, no por que no llamaran la atención sino porque había estado mucho más pendiente de lo que pasaría con ella de ahora en adelante. El que parecía mayor, Endurance, era alto y, como los otros dos, delgado; el pelo castaño le caía sobre la frente ocultando ligeramente un ojo azul y un parche. Sonreía tranquilamente admirando el edificio que tenía delante, quizás esperando que ocurriera algo extraordinario. Cubia parecía tener la misma edad que ella; el pelo naranja y los ojos carmesíes eran peculiares pero no igualaban los agresivos cuernos que se erguían sobre su cabeza. Tenia expresión de pocos amigos, lo que realzaba su atractivo rostro. El menor de ellos tendría unas doce primaveras y tenía el cabello de un color marrón claro, aunque una diadema dorada no permitía que el flequillo ocultara sus enormes ojos azules; parecía un niño activo y divertido, una sensación acentuada por la cola de mono que movía incesantemente.
Goku observaba a Jane con curiosidad, cuya expresión era de incredulidad, ya que ella no recordaba haber visto nunca allí aquel extravagante edificio.
- No es que tenga nada en contra pero... – abrió la boca por primera vez y, aunque no pudo oirse a sí misma, de alguna manera supo que ellos sí podían - ¿No destaca mucho?
- En absoluto, sólo nos encuentra quien realmente nos necesita. – dijo una nueva voz a su espalda.
Jane se sobresaltó y pegó un brinco buscando la propietaria de aquel hablar melódico y meloso que le acababa de provocar escalofríos. Ante ella había aparecido de la nada el rostro de una mujer que poco a poco se hacía más y más visible y que, sin el más mínimo disimulo, la analizó por completo, o más bien lo hicieron mutuamente. Aquella mujer tenía la piel azul y unos grandes ojos violeta tras unas discretas gafas rectangulares. Los labios carnosos, pintados con el mismo color que sus iris, se separaron para articular un saludo y de nuevo esa voz causó que el frío recorriera la médula espinal de Jane. Una larga melena plateada caía por su espalda y el flequillo, peinado hacia un lado, cubría parte de su frente. A ambos lados de su cabeza se dejaban ver tímidamente un par de orejas puntiagudas sin pendientes. Tenía un cuerpo llamativo, que muchos habrían definidio como “un bombonazo”. Sus senos grandes y bonitos estaban medio al descubierto gracias al extremado escote de la chaqueta granate, que marcaba perfectamente pecho y cintura con la ayuda de una bonita falda a conjunto. Las piernas eran esbeltas, o esó pensó Jane, pero para su sorpresa no tenía piernas, sino una especie de vapor o humo sobre el que parecía flotar. Un fantasma. No sabía de qué se sorprendía tras encontrarse con un chico con cuernos, otro que le parecía indescriptible y un niño mono. La mujer apretó la carpeta que llevaba contra el pecho y suspiró.
- Mi nombre es Crystal. Vendrás conmigo.
- No te preocupes – dijo el pequeño percatándose del nerviosismo de la joven – Es la secretaria del jefe, estarás bien.
Recibiendo una amplia sonrisa de la dama azulada, tragó saliva, asintió con la cabeza y entraron por el portón del Shita!. En cuanto estuvieron dentro Jane observó todo cuanto podia observar sin perder de vista a Crystal. Aquello parecía enorme. Al entrar, a la izquierda, había un mostrador con un extraño ser gelatinoso como recepcionista. Avanzando por el pasillo, donde las paredes seguían siendo de aquel naranja intenso tan molesto para la chica, se sucedían puertas de distintos colores de las cuales entraban y salían figuras extravagantes a velocidades espantosas y gritos pidiendo o exigiendo informes, trabajadores u otras cosas necesarias para aquel mismo instante, mientras sonaban teléfonos con un timbre estrambótico constantemente y sobre sus cabezas volaban de un lado para otro aviones de papel coloreados que creaban incluso atascos flotantes en el pasillo. La recién llegada chica consideró aquel lugar un verdadero caos, pero al subir las escaleras el caos fue sustituido por un pesado silencio.
Llegaron al último piso que, con una decoración mucho más lujosa, tenía un ambiente más relajado. Crystal le indicó a Jane con un gesto que esperara allí y se dirigió a la puerta que había al otro lado de la sala, golpeó con los nudillos cuidadosamente y entró sin esperar respuesta, dejándola sola. Poco después la asustó el grito de un ronco vozarrón que provenía del interior de lo que supuso que era el despacho del director.
- ¡¿Ya ha llegado la mercancía?! ¡Que entre, quiero conocerla inmediatamente!
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FICHA:
Nombre:
Edad:
Personalidad:
Historia: (no os paséis)
Aspecto: (según como vaya la cosa os lo modificaré ligeramente, es decir: si me faltan trabajadores tal vez acabéis con cola de serpiente -por decir algo-)